Observando el amanecer, vislumbré, que sería un día de sol pleno, radiante y caluroso. Ideal para la experiencia que anhelaba vivir ingresando al corazón de Sevilla, España.
Comencé mi paseo deteniéndome a la vera del Guadalquivir, río amplio de aguas tranquilas por donde entraban en siglos pasados, naves colombinas provenientes del Continente Americano cargadas de metales valiosos que devastaron nuestras riquezas autóctonas.
A pesar de la triste sensación producida por el recuerdo, continué mi camino hacia el más bello exponente de la ciudad,el Barrio de Santa Cruz, antigua judería que le dió origen, luego transformado por la llegada del cristianismo.
Amplios jardines y parques históricos lo rodean con variadas posibilidades de ingreso,
el que elegí fue estimulado por un colosal árbol de magnolias que allí permanece hace más de cuatrocientos años. Sus hojas brillantes y firmes nutridas por un grueso y altísimo tronco, rodean perfumadas flores que abren paso al famoso barrio donde la escena se transforma.
La calurosa temperatura se apacigua por la estrechez de calles trazadas premeditadamente calmando el sol sevillano.. Casas añosas iluminando la mirada por el color blanco de la cal y el verde de sus macetas desbordantes de rojos malvones que asoman entre negras rejas de hierro finamente trabajadas. Sonidos de guitarras que surgen sorpresivas al doblar alguna esquina de las tantas callejuelas. Típicos bares de tapeo y mucha alegría de andaluzas que inclinadas sobre sus balcones intercambian graciosos y pícaros saludos con los turistas que pasan, agregando algunas cómplices leyendas de amorios como el de "Don Juan Tenorio" con Doña Inés, protagonista del drama romántico, que en el año 1844, escribiera en una hostería de este barrio, José Zorrilla y Moral, poeta y dramaturgo español.
Cada escena deslumbró mis sentidos e invitó a permanecer largas horas descubriendo maravillas en este espacio perfumado, donde el aire cambia de color por los tantos azahares florecidos que se alzan en sus calles.
El encantamiento me cautiva frente a los "Reales Alcázares"donde veraneaban los Reyes, la misma sensación se prolonga en el "Archivo de Indias", célebre poseedor de la única documentación existente sobre las colonias españolas en América.Pero la más agradecida visita, junto al "Patio de los Naranjos", fue la "Catedral de Santa María" y su famosa "Guiralda" que desde lo alto del campanario domina el paisaje total de la ciudad. Soberbia catedral, esbelta fusión de arquitectura árabe y cristiana. Custodia de riquezas atesoradas y enclave perfecto en el Barrio de Santa Cruz.
En el interior del ámbito sagrado, mis pasos se aceleraban con impaciencia, sabiendo lo que deseaba encontrar. Me guiaba un excelente historiador que esclarecería los sucesos, disipando y ordenando mis dudas.Nos encaminamos hacia la "Biblioteca Capitular Colombina" y allí estaba la imponente y majestuosa "Tumba de Colón". Sepulcro que desde 1899, luego de trescientos noventa años de su muerte, el Ayuntamiento de Sevilla construye para guardar en tierra española el féretro del Almirante.
El Mausoleo está a hombros de cuatro heraldos vestidos de gala, representantes de cada reino español, Castilla, León, Aragón y Navarra. Estos caballeros, simbolizan que "en viaje llegan desde el Altar Mayor de la catedral de La Habana para dar reposo a las cenizas que hasta entónces peregrinaron". La inscripción al pie de la sepultura así lo destaca. "Cuando la Isla de Cuba se emancipó de la Madre España, Sevilla, obtuvo el depósito de los restos de Colón y su Ayuntamiento erigió este pedestal"
Intercambiando preguntas con el historiador, sentí que el descubridor de América no pudo descansar, desde su muerte en Valladolid, España, en el lugar que había solicitado por testamento, la isla caribeña "La Española"o La Hispianola" como la llamó al descubrirla en Santo Domingo, su querido lugar.Los navegantes que debían llevarlo a ese destino, temerosos por las pestes de la época, se negaron al traslado, quedando sepultado en el Monasterio de San Francisco en Valladolid.
Transcurridos tres años, Diego, uno de sus hijos, lo traslada a la Cartuja de las Cuevas en Sevilla. Muriendo Diego, su viuda, obtiene el dificultoso permiso de España, para que la tumba familiar fuese instalada en la Catedral de Santo Domingo. Así el Almirante compartió el descanso con Diego y sus tres nietos en el sitio que había deseado. Con el paso del tiempo, el sepulcro en Santo Domingo queda abandonado, oculto y olvidado.
Cuando Francia conquista parte de Santo Domingo, España solicita, entre otras actuaciones, el traslado de los restos de Colón a La Habana. Desenterrando la bóveda deshecha por los años, la entregan con los mismos honores como la recibe Cuba, isla descubierta por Colón , ubicándola en la "Catedral de la Virgen María de la Concepción Inmaculada" a la sombra de la bandera de Castilla.
Sin sospecharlo Santo Domingo, encuentra una segunda caja emplomada con la siguiente inscripción "Ilustre y esclarecido varón, Don Cristóbal Colón, descubridor de América ", actualmente ubicada en el "Faro a Colón", monumento y museo de la actual República Dominicana.
Cuando definitivamente llegan desde Cuba a la Catedral de Sevilla, pequeñas astillas óseas, cenizas y polvo, se realizan comprobaciones científicas en Granada. Las muestras de ADN contrastadas con los restos de Hernando, el segundo hijo del Almirante, confirman una verdad. El impresionante monumento que tenía ante mis ojos, contiene solo 147 gramos de los restos colombinos. Final imprevisto pero definitivo y certero.Los restos del descubridor de América quedaron repartidos entre España y Santo Domingo.
Conmovida por el enigmático relato, agradecí al historiador que con claridad y síntesis, despertó, junto al inexplicable atractivo hacia ese bellísimo Mausoleo,el aliento de profundizar la historia de este personaje, cuya vida y muerte fueron totalmente polémicas y controvertidas.
Fui saliendo lentamente de la Catedral de Santa María, aún absorta. Necesitaba respirar profundamente el aroma que despedían los naranjos en flor para continuar abrazando a Sevilla. Seguramente me ofrecería mas historias tal vez teñidas de otros colores como los que encierra esa mágica tierra y sus salerosos habitantes.
Liliana Clarisa Gavrieluk.
Bibliografía: "El enigma de Colón y los Descubrimientos de América".
de Juan Eslava Galán.1992.Editorial Planeta. Barcelona.
Comencé mi paseo deteniéndome a la vera del Guadalquivir, río amplio de aguas tranquilas por donde entraban en siglos pasados, naves colombinas provenientes del Continente Americano cargadas de metales valiosos que devastaron nuestras riquezas autóctonas.
A pesar de la triste sensación producida por el recuerdo, continué mi camino hacia el más bello exponente de la ciudad,el Barrio de Santa Cruz, antigua judería que le dió origen, luego transformado por la llegada del cristianismo.
Amplios jardines y parques históricos lo rodean con variadas posibilidades de ingreso,
el que elegí fue estimulado por un colosal árbol de magnolias que allí permanece hace más de cuatrocientos años. Sus hojas brillantes y firmes nutridas por un grueso y altísimo tronco, rodean perfumadas flores que abren paso al famoso barrio donde la escena se transforma.
La calurosa temperatura se apacigua por la estrechez de calles trazadas premeditadamente calmando el sol sevillano.. Casas añosas iluminando la mirada por el color blanco de la cal y el verde de sus macetas desbordantes de rojos malvones que asoman entre negras rejas de hierro finamente trabajadas. Sonidos de guitarras que surgen sorpresivas al doblar alguna esquina de las tantas callejuelas. Típicos bares de tapeo y mucha alegría de andaluzas que inclinadas sobre sus balcones intercambian graciosos y pícaros saludos con los turistas que pasan, agregando algunas cómplices leyendas de amorios como el de "Don Juan Tenorio" con Doña Inés, protagonista del drama romántico, que en el año 1844, escribiera en una hostería de este barrio, José Zorrilla y Moral, poeta y dramaturgo español.
Cada escena deslumbró mis sentidos e invitó a permanecer largas horas descubriendo maravillas en este espacio perfumado, donde el aire cambia de color por los tantos azahares florecidos que se alzan en sus calles.
El encantamiento me cautiva frente a los "Reales Alcázares"donde veraneaban los Reyes, la misma sensación se prolonga en el "Archivo de Indias", célebre poseedor de la única documentación existente sobre las colonias españolas en América.Pero la más agradecida visita, junto al "Patio de los Naranjos", fue la "Catedral de Santa María" y su famosa "Guiralda" que desde lo alto del campanario domina el paisaje total de la ciudad. Soberbia catedral, esbelta fusión de arquitectura árabe y cristiana. Custodia de riquezas atesoradas y enclave perfecto en el Barrio de Santa Cruz.
El Mausoleo está a hombros de cuatro heraldos vestidos de gala, representantes de cada reino español, Castilla, León, Aragón y Navarra. Estos caballeros, simbolizan que "en viaje llegan desde el Altar Mayor de la catedral de La Habana para dar reposo a las cenizas que hasta entónces peregrinaron". La inscripción al pie de la sepultura así lo destaca. "Cuando la Isla de Cuba se emancipó de la Madre España, Sevilla, obtuvo el depósito de los restos de Colón y su Ayuntamiento erigió este pedestal"
Intercambiando preguntas con el historiador, sentí que el descubridor de América no pudo descansar, desde su muerte en Valladolid, España, en el lugar que había solicitado por testamento, la isla caribeña "La Española"o La Hispianola" como la llamó al descubrirla en Santo Domingo, su querido lugar.Los navegantes que debían llevarlo a ese destino, temerosos por las pestes de la época, se negaron al traslado, quedando sepultado en el Monasterio de San Francisco en Valladolid.
Transcurridos tres años, Diego, uno de sus hijos, lo traslada a la Cartuja de las Cuevas en Sevilla. Muriendo Diego, su viuda, obtiene el dificultoso permiso de España, para que la tumba familiar fuese instalada en la Catedral de Santo Domingo. Así el Almirante compartió el descanso con Diego y sus tres nietos en el sitio que había deseado. Con el paso del tiempo, el sepulcro en Santo Domingo queda abandonado, oculto y olvidado.
Cuando Francia conquista parte de Santo Domingo, España solicita, entre otras actuaciones, el traslado de los restos de Colón a La Habana. Desenterrando la bóveda deshecha por los años, la entregan con los mismos honores como la recibe Cuba, isla descubierta por Colón , ubicándola en la "Catedral de la Virgen María de la Concepción Inmaculada" a la sombra de la bandera de Castilla.
Sin sospecharlo Santo Domingo, encuentra una segunda caja emplomada con la siguiente inscripción "Ilustre y esclarecido varón, Don Cristóbal Colón, descubridor de América ", actualmente ubicada en el "Faro a Colón", monumento y museo de la actual República Dominicana.
Cuando definitivamente llegan desde Cuba a la Catedral de Sevilla, pequeñas astillas óseas, cenizas y polvo, se realizan comprobaciones científicas en Granada. Las muestras de ADN contrastadas con los restos de Hernando, el segundo hijo del Almirante, confirman una verdad. El impresionante monumento que tenía ante mis ojos, contiene solo 147 gramos de los restos colombinos. Final imprevisto pero definitivo y certero.Los restos del descubridor de América quedaron repartidos entre España y Santo Domingo.
Conmovida por el enigmático relato, agradecí al historiador que con claridad y síntesis, despertó, junto al inexplicable atractivo hacia ese bellísimo Mausoleo,el aliento de profundizar la historia de este personaje, cuya vida y muerte fueron totalmente polémicas y controvertidas.
Fui saliendo lentamente de la Catedral de Santa María, aún absorta. Necesitaba respirar profundamente el aroma que despedían los naranjos en flor para continuar abrazando a Sevilla. Seguramente me ofrecería mas historias tal vez teñidas de otros colores como los que encierra esa mágica tierra y sus salerosos habitantes.
Liliana Clarisa Gavrieluk.
Bibliografía: "El enigma de Colón y los Descubrimientos de América".
de Juan Eslava Galán.1992.Editorial Planeta. Barcelona.
Mi muy estimada Liliana
ResponderBorrarUd. habrá pensado que este antiguo admirador de su prosa,se había esfumado en las alas del tiempo eterno.
Pero no.
Solo me ayudo con una viaja silla de ruedas para transitar el mundo real e imaginario que me aturde y acompaña.
Muchas cosas sucedieron entre tanto...pero, mienras mis ojos compartan sus aventuras por el mundo yo seré feliz....viajando de su mano.
Por ahora ,no me titulo...quizas Ud. recuerde mi nombre.Es un juego que le propongo para ver si alguna vez me tuvo en cuenta.
Holaaaa ! Tanto tiempo sin tus hermosas palabras.Nunca me he olvidado de vos, sos Angel y te estaba extrañando.Como verás te tengo muy en cuenta.
BorrarMe alegra que mis relatos te hagan feliz y viajes con ellos !.La mente es lo que vale,no tanto el andar.
También estuve un poco alejada, creo te había contado, porque hacer el libro con algunos de mis viajes, me llevó mucho tiempo.Pretendo continuar con un segundo ejemplar.
Ahora espero no me abandones, porque escribis muy bien, es un deleite leerte.
Cariños.
Liliana.
Revivir la historia. Historia de nuestra Patria, que sembraron en nuestros corazones y que nuestros niños de hoy, lamentablemente, no aman ni respetan de la misma manera. sobre "El Jardín de la República".
ResponderBorrarMartha Muttis
Li...el comentario anterior lleva mi nombre porque lo saque de un archivo donde aun quedan otros.Hya uno en ingles sobre el Peñón de Gibraltar.Te pondré el buscador de temas asi lo encontras vos solita.Bs.
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