viernes, 2 de octubre de 2015

"Casi en el cielo".

          He transcurrido mucho tiempo sin contar historias de viajes, generalmente sucede cuando me ausento del país. Esta vez el extenso recorrido ocupó largos días y numerosos fueron los lugares visitados en el centro de Europa. Tal vez no pueda relatar los recuerdos de cada uno de ellos pero como siempre elegiré los que  me movilizaron.
          Interlaken en el corazón de Suiza, bellísima ciudad atravesada por el río Aar y tapizada totalmente por verdes praderas. Su nombre proviene de los tantos lagos que la rodean, coronados por altas montañas vecinas a los Alpes. Ciudad que no se relaciona con la historia, solo con la naturaleza. Vistas inmejorables y paisajes únicos son su patrimonio. En ese lugar del mundo, experimenté lo que jamás pensé viviría al conocer el único glaciar de la región, el Titlis.
          Partí del hotel donde me hospedaba, bajo condiciones climáticas desagradables, llovizna, nubes y frío. A medida que el transporte avanzaba hacia el destino elegido, el camino de montaña ya conocido a sol pleno con  extensos lagos, arboledas copiosas, praderas con animales pastando entre casitas alpinas como las de los cuentos, hoy solo era un manto de neblina cada vez mas densa y descendiente haciendo peligrar la travesía. La experiencia de los guías que me llevaban hicieron que  llegara sin problemas a la base del glaciar, desconociendo la continuidad de la aventura.
          Esperé un primer funicular,  pequeño en dimensiones, en el cual comencé el ascenso en medio de esa espesa selva, hoy convertida en sólida nube, nada podía verse, solo escuchar los cencerros de las vacas que deambulaban a mis pies entre los pinos. Luego un segundo funicular con mayor capacidad que el primero, treparía otro tramo de la montaña donde ya se distinguía el cielo límpido luciendo un azul intenso. La altura que había alcanzado atravesó la densa niebla.
         
          La intriga continuaba esperando subir al tercer teleférico,único en el mundo llamado "Góndola Rotair". Similar al segundo, totalmente vidriado y giratorio sobre su propio eje, quedaba suspendido por encima  del glaciar. En su lento ascenso se observaba lo increíble, picos, montañas, piedras de extrañas formas y tamaños totalmente nevadas. La vista no alcanzaba para captar desde diferentes ángulos lo que esa "mole" con sus giros lograba despertando emociones subyugantes.
          Estaba en la máxima altura de la montaña cuando llegaron las explicaciones de quién me guiaba. Ingresaría a un túnel de hielo que conduce a la entraña del glaciar.
Paredes de brillantes y diminutos cristales de hielo me hizo sentir en la piel el corazón helado del Titlis.Fueron ciento cincuenta metros de frío insoportable,  pero la temperatura no logró superar el disfrute,  pensando que estaba atravesando parte de esa montaña helada por debajo de su superficie.
          Salí del túnel deseando tomar una enorme taza de chocolate caliente. A cambio de ello, aparecí en el exterior subiendo largas escaleras de metal, con barandas incrustadas en la nieve e iluminadas por ese cielo esplendoroso. Había llegado a  la cima del glaciar , a los tres mil sesenta y dos metros de altura. Faltaba ascender un tramo de escaleras cuando no pude creer lo que me esperaba
, un puente colgante de cien metros de longitud, era la única alternativa para avanzar. La modernísima construcción  de hierro sostenida por cables de acero, atravesaba los picos montañosos circundantes al Titlis
Valor se necesitaba para cruzarlo pero debía completar la aventura hasta el final, era una vivencia irrepetible y desafiante. Confieso que la majestuosidad del entorno no me hizo dudar y avancé tambaleante por sostenerme sobre el piso movible de esa imponente estructura colmada de dicha, goce y serenidad.
          Finalizado el arriesgado cruce me esperaba la paz, el disfrute de caminar y jugar sobre la nieve que cubría totalmente la pista preferida por esquiadores que la utilizan en invierno.
          Pasados los relajados momentos había que descender, ahora en telesilla de varios asientos, sostenidas por impresionante armazón hacen un recorrido circular sin detenerse. No temía ya nada mas, pero debía calcular el sentarme rápidamente en ella para no caer al vacío.


 Imposible describir lo que se observa en ese descenso. No alcanzan las palabras,  sentí que tocaba el cielo. La imponencia de la altura me colocó en el centro de lo majestuoso y sublime. Silencio, montañas inalcanzables, el infinito total y pleno eran los protagonistas. Me sentí diminuta e insignificante vibrando en esa inmensidad.
          Agradecí a la vida haberme permitido ese día inundarme de vivencias, de emborrachar  mis sentidos y de generar  emociones y sentimientos que engrandecen el alma,  Quedarán guardados en mi recuerdo junto a la aventura mas atrevida de mis años maduros.



Liliana Clarisa Gavrieluk.
        

4 comentarios:

  1. ¡Espectacular tu relato!!!!!!!!

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  2. Gracias querida Stella :
    es muy dificil relatar las sensaciones que viví en esa aventura indescriptible.Traté,pero no se puede comparar con la realidad de todo un día pasado en ese increíble lugar.

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  3. Que lugar !!..Como siempre tus relatos me transportan y hacen que me quede con las ganas de conocerlos.. Otro mas en mi lista de los debe.

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  4. Lilyana:
    En la vida no hay que quedarse con las ganas de nada,sólo debés proponértelo.Recordá Interlaken te espera.
    Gracias por el comentario y porque vale que te transporte.

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