sábado, 25 de febrero de 2017

"Donde la felicidad se tiñó de emoción".

   


  Siempre fuí soñadora y el viajar asiduamente fue alimentando sin pausa mi fantasía. Pretendiendo igual resultado en cada destino elegido el próximo debería teñirse del mismo color.
          La idea de llegar hasta un  lejano punto geográfico surgió en una reunión de amigas que alentaron lo anhelado desde pequeña, relegado mentalmente en varias ocasiones por creerlo inalcanzable. Partiría en crucero hasta las Islas Malvinas.
          El archipiélago situado en el Mar Argentino, del Océano Atlántico Sur y a corta distancia de la Patagonia, desde hace muchos años es un territorio no autónomo, administrado por el Reino Unido que desde el año 1833 lo tomó por la fuerza.Pero su larga historia de disputas va más allá.Comienza con el origen de su nombre, Malouines, proveniente del francés, elegido por el navegante Louis Antoine de Bougainville que en el año 1764 funda el primer asentamiento en la Isla Soledad y la bautiza recordando el puerto francés de Saint Maló.Posteriormente Fakland fue extendido en la cartografía británica en 1690 luego de que un inglés así denominara al Estrecho de San Carlos, el que separa ambas islas, Soledad y Gran Malvina, en honor al Vizconde Falk que financió la expedición.La conflictiva e inflexiva historia continúa hasta nuestros días.
          La suntuosidad del barco y el cotidiano contacto con territorios argentinos y chilenos disiparon los pensamientos pasados y me dediqué al disfrute pleno.
          El clima veraniego junto a las piscinas acompañó la travesía hasta entrar en aguas del sur patagónico donde la brisa marina se convirtió en fuertes y fríos vientos produciendo importantes oleajes. Nada inquietante solo estaba cambiando de escenario. Recién allí tomé conciencia que se acercaba lo "soñado" y me asaltó la ansiedad, esperando que las aguas alborotadas que rodean las Islas Malvinas permitieran el  desembarque.
          La noche previa, sin poder conciliar el sueño, recordaba el triste conflicto bélico entre Argentina e Inglaterra en 1982 del cual deseaba encontrar algún vestigio al llegar a la isla Soledad.
          Amanecía cuando los rayos solares ingresaron por la ventana del camarote corroborando que podríamos desembarcar. Rápidamente preparé  el abrigo aconsejado y abordé la lancha que muy
distante a las costas irregulares dibujadas en los mapas, esperaba a los pasajeros, en su mayoría argentinos, con los mismos anhelos, pisar esa cuestionada tierra que sabemos nos pertenece.
         Así tuve mi primer desencuentro emocional, mezcla de felicidad por haber llegado y dolor al leer "The Falkland Islands" en su puerto. Estaba preparada para no encontrar el nombre de Malvinas en ningún sitio del territorio pero igualmente esa leyenda conmocionó mi ánimo.

          Inicié el recorrido de sus calles admirando la pulcra belleza arquitectónica de las viviendas con estilo inglés pero sintiendo bajo los pies el suelo que nuestros jóvenes soldados habían caminado incansablemente en ese Puerto Argentino o Stanley, con hambre y mucho frío.
          Bajé a la costanera buscando elementos de un muy remoto pasado. Recolecté trozos de hierros oxidados, algas, piedras y musgo que hoy conservo en el rincón de mis recuerdos.
          Analicé a sus pacíficos habitantes y sentí que viven distantes del poderio británico. Todos tienen ocupación laboral, comodidades pueblerinas y vida propia en un clima hostil al cual seguramente se acostumbraron. En mayoría las viviendas ubicadas sobre la costanera reciben al atardecer los vientos incesantes provenientes del mar, los mismos que dificultaron nuestro regreso al crucero.
          Desistí llegar a Darwin, cementerio inaugurado en  1983, custodiado por la imagen de la Virgen de Luján, lugar donde doscientos treinta y siete soldados argentinos allí quedaron, ciento veintitrés de ellos perdiendo el collar de identidad  tienen grabado en su cruz blanca el doloroso texto "Soldado Argentino solo conocido por Dios".
          Mi deseo se había cumplido, aunque con algún  episodio de resentimiento agradecí las experiencias vividas, únicas e irrepetibles.Y me permití fantasear como en otros viajes, hoy con la ambición de un futuro tal vez muy lejano pero posible, recuperar el ancestral  lema "Las Islas Malvinas son Argentinas ".



Liliana Clarisa Gavrieluk.




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