jueves, 28 de abril de 2016

"Pequeña ciudad medieval"

          Dejando atrás la imponente localidad de Zurich, no imaginé que el siguiente destino dentro del mismo país, Suiza,  resultaría tan encantador. Solo ingresando , sus calles salpicadas de viviendas al final de la carretera, vaticinan  las acogedoras imágenes que regala Lucerna.
          Pequeña ciudad medieval, levantada a orillas del "Lago de los Cuatro Cantones", junto a los Alpes suizos, panorama que siempre exalta el ánimo al detenerse frente a ese gran espejo lacustre rodeado de una belleza sublime, el de las cumbres vestidas de blanca nieve.
          Lucerna, nacida tras la caída del Imperio Romano en el siglo VI tiene su nombre latino "Luciaria" el que aparece por primera vez en los registros históricos por el año 840, aunque el nacimiento oficial de la ciudad se produce en el 1178, esperando a futuro que el mundo descubriese su riqueza natural, cultural y artística. Actualmente logrado, es uno de los destinos más visitados turísticamente.
          Tras conocer este breve relato, ansiosa y anhelante inicié el recorrido bordeando la ribera, donde descubriría lo más significativo y recomendado por los calmos lucernienses. El "Puente de la Capilla" que divisaba a lo lejos por su extensión y coloridas flores. Agilizando el paso llegué hasta uno de los extremos
de esa pasarela de madera, la más vieja de Europa construída en el año 1305. Conecta, atravesando el río Reuss, la ciudad nueva con la vieja. Detenerme para admirar la magnitud y belleza desde cualquier ángulo elegido desafiaba su increíble presencia y antiguedad. Ingresar y caminar sobre el piso de madera crujiente, observar restos del techo original,  afectado por un incendio en el año 1993, que lo destruyó en parte, junto a  111 frescos triangulares que ilustraban la vida de Lucerna, me remontó al pasado generando momentos mágicos que no deseaba abandonar.
          Ese magnífico puente se mantiene unido a la "Torre del agua", antigua prisión de forma octogonal, ambas construcciones formaban parte de la fortificación de la ciudad en la época de la invasión Napoleónica.
          El final del pasaje, sobre ese río de color claro, me conducía al corazón de la ciudad, a su casco histórico el que deseaba recorrer incansablemente, pisando calles adoquinadas, descubriendo iglesias barrocas y  antiguas viviendas colmadas de historias narradas en los frescos de cada fachada.El caminar 

y observar minuciosamente cada espacio me llevó a descubrir con gran sorpresa, doblando una esquina,la casa  de Gohete, desconocía que el reconocido poeta, dramaturgo y científico germánico por el año 1800 allí había vivido. Como esta revelación debería encontrar otra, la más destacable de Lucerna.
          Para averiguarlo me detuve con deleite a beber una taza de mi acostumbrado café matinal y así conversando con quien me lo acercó, encontré la respuesta. A corta distancia de  la ciudad, trepando calles rodeadas de frondosa y fresca arboleda, llegué adonde me habían indicado para conocer lo imperdible. El monumento al "León moribundo de Lucerna", escultura labrada en una pared de rocosa arenisca entre el año 1819 y 1921 para conmemorar la muerte en 1792 de setecientos guardias suizos caídos durante la Revolu-
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  ción Francesa en el Palacio de las Tullerías de París. Impresionante y melancólica imagen de un león caído, herido de muerte, con el dolor reflejado en su rostro se apoya sobre una flor de lis junto a la bandera suiza. Permanecí inmóvil frente a él durante largo tiempo, sintiendo la tristeza que el artista logró trasmitir en la obra que emociona, de la cual Mark Twain comentó:"Es el trozo de piedra más conmovedor del mundo".La escultura se hizo posterior a la fecha que Napoleón abandonara el dominio del territorio, cuando los suizos volvieron a ser dueños de su país.
          Poco tiempo quedaba para corolar el día a orillas del lago donde se concentra numeroso público, que cómodamente sentado, tomando un frugal almuerzo lo comparten con esbeltos y blancos cisnes que presurosos se acercan sin temor, a esas manos extrañas que los alimentan.
          Postal majestuosa y perfecta, inmenso espejo de agua, variadas embarcaciones de paseo en contínuo movimiento para acercarse a las cadenas montañosas que completan el escenario natural de Lucerna. Pequeño espacio de la tierra que agradecí conocer para nutrir el alma e inundarme de cálidas sensaciones



Liliana Clarisa Gavrieluk..   

5 comentarios:

  1. Cómo le va Señora (con mayúscula)...se acuerda de Mí? no por dejar de escribirle me he olvidado de las charlas virtuales que hemos tenido.
    Siempre viajo con Ud. Un respetuoso saludo.

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  2. Liliana Clarisa Gavrieluk4 de agosto de 2016, 6:23 a.m.

    Por supuesto me acuerdo de vos y te estaba extrañando.Te cuento que la página está bastante abandodonada porque acabo de escribir el libro que había prometido, sobre algunos de mis viajes.
    Creo saldrá para octubre.Así retomaré mi blog.
    Espero que estés muy bien.
    Gracias por escribirme.
    Cariños.

    Liliana.

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  3. Ah! que reconfortante respuesta querida Liliana...si tuviera años menos ,me enamoraría de Tí.

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    1. Qué buena respuesta!! Y muy gratificante!!yo tampoco soy joven.

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    2. Qué buena respuesta!! Y muy gratificante!!yo tampoco soy joven.

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