sábado, 5 de marzo de 2022

HANS CHRISTIAN ANDERSEN.

           Odense es una vieja ciudad danesa casi en el corazón de la isla de Fionia. Su vida e historia creció a la sombra de su catedral, construída en el siglo XI y dedicada a San Canuto rey, patrón de Dinamarca. Casas y calles se agruparon en torno a ese templo que fue lugar de peregrinaciones durante la Edad Media.

          En una de sus calles limpias, apacibles y transparentes, que parecen bañadas por el sol translúcido del Norte, se conserva todavía una casa muy sencilla, de una sola planta. Tiene las paredes blancas y un tejado rojo , muy empinado por el que se asoma una chimenea, blanca también, y los dos tragaluces del desván. Desde hace más de cien años ningún niño del mundo que pase por Odense deja de visitarla y de sentirse conmovido al cruzar su umbral. Es la casa museo de Hans Christian Andersen.

          Allí, en 1805, vivía un pobre zapatero que se había casado con una aún más pobre lavandera, y aquel año tuvieron un hijo. El niño era flaco y desgarbado,  su fealdad y rarezas lo convirtieron en el hazmerreir de sus compañeros. Quiso ser  actor, bailarín y cantante, pero era muy feo para el teatro, demasiado torpe para el baile y cuando se puso a cantar se le cambió la voz. Entonces quiso ser novelista y escribió una novela. Un día, sin saber por qué, empezó a escribir cuentos para niños. Había tenido que esperar treinta años para dejar de ser su propio "Patito feo". Se ha dicho que murió en 1875, pero los niños no lo creen.



Liliana Clarisa Gavrieluk.

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